Se llama Ruby y la genética lo convirtió en un animal diferente a los de su especie. Los estornudos y dolores de estómago, unido al continuo cansancio en situaciones de desánimo, conllevaron a su dueño a consultar con un especialista. Tras las pruebas, el irónico veredicto: Ruby era alérgico a ser perro, según informa el medio Daily Mail.
Con tres años, el canino no puede mordisquear los huesos, degustar una tapa de huevos, ni caminar felizmente por los verdes campos. Como solución mantiene una estricta dieta vegetariana, excluyendo la carne y la leche, alejándose de los ácaros del polvo y evitando el contacto con la hierba.
La dueña de Ruby, Karen Stanfield, mantiene la casa impecable y ha modificado sus recetas gastronómicas para que su amigo pueda ser un perro feliz, diferente pero afortunado.
