Año tras año, y ya han pasado 9, la familia y amigos de quieren saber, exigen saber, qué pasó antes de las 3 de la mañana del 19 de diciembre de 2008. Ese día, a esa hora, el cuerpo de Ramón Ortega Quina, un joven vigués, apareció la rúa Torrecedeira. Estaba bocabajo, tenía un fuerte golpe en la cabeza, erosiones en las rodillas y heridas el pene.
En todo este tiempo, nadie le ha aclarado a Susana, su madre y a su hermana, qué o quién pudo acabar con la vida de Ramón. De acuerdo con la investigación, nadie vio nada, no hubo testigos y nadie oyó nada.
Al cadáver de Ramón se le realizaron varias autopsias, pero sus resultados no coinciden. En un caso el forense afirma que Ramón se cayó de espalda, desde una altura de un segundo piso, sobre una cabina de teléfonos cuando intentaba escalar hasta un balcón; se golpeó en ella y acabó en el suelo, a unos 2 metros de distancia de la misma, con el cuerpo hacia abajo. A juicio de este forense, el joven cayó casi recto, se golpeó las rodillas y se dio de bruces contra la acera. Otro de los forenses aseguró que la caída fue completamente vertical y se dio con la cabeza contra el suelo, pero no hace referencia alguna a la cabina de teléfono.
La juez que instruyó el caso le dijo a la madre y la hermana de Ramón: “su hijo se cayó cuando intentaba escalar, borracho y drogado, la fachada de un edificio” agarrándose a la instalación eléctrica.
Pero esa opinión no ha sido confirmada con pruebas: en el propio sumario no se rechaza que la muerte de Ramón hubiese sido causada por otra persona; al contrario, se indica que ello es igual de posible que el hecho de que fuese un accidente.
El mismo apunta a que el joven se golpeó el lado izquierdo de la cabeza, las rodillas, el pene, que debía de estar fuera del pantalón en el momento del suceso, y se partió los dientes al impactar con las baldosas de la acera. Además, concluye que no hay ni hundimiento del cráneo ni rotura de vértebras.
La familia de Ramón tiene otra teoría: el joven estaba orinando cuando alguien le golpeó por detrás con tal fuerza que lo dejó en el sitio; cayó de rodillas, de ahí las heridas en las mismas, y luego de bruces contra el pavimento, lo que justifica la rotura de los dientes.
Esta teoría está avalada por la intervención de la Brigada de Investigación Científica, que se desplazó desde Madrid a Vigo para tomar datos y huellas en el lugar de los hechos –eso sí: tres semanas después de la muerte, cuando la mayoría de las evidencias o habían desaparecido o estaban enormemente deterioradas- e interrogar a la ex novia de Ramón, que vivía justo delante de donde este apareció muerto.
En estos 9 años ninguno de los organismos y responsables públicos, que se solidarizaron con la familia de Ramón Ortega Quina y que prometieron su ayuda para esclarecer su muerte, han hecho algo para cumplir esa promesa.
La familia de Ramón pide algo que es justo:que se aclaren las circunstancias de su fallecimiento.