Los mismos incluyen el despido de 25.000 empleados públicos, flexibilización laboral, reducción de pensiones y la introducción del copago sanitario, y se suman a las que ya había aprobado el ejecutivo aumentando los impuestos, desde el IVA al de la renta, recortando el salario mínimo, y reducido las pensiones, además de privatizaciones, o reducción del gasto en sanidad, educación y políticas sociales.
Sin embargo, esta vez el Gobierno no lo ha tenido tan fácil como en otras ocasiones puesto que los recortes, acordados con la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, han salido adelante con votos en contra y abstenciones de parte de los diputados de los tres partidos que apoyan al ejecutivo. Exactamente, en la votación estuvieron a favor 153 diputados, 128 se opusieron y 18 se abstuvieron, lo cual ha dejado entrever la división de la coalición gobernante. En teoría, la misma está integrada por 175 diputados de Nueva Democracia, el Pasok y el centroizquierdista Dimar, los miembros de este grupo se abstuvieron en bloque, varios del Pasok votaron en contra, lo mismo que uno de Nueva Democracia.
Tanto el Pasok como Nueva Democracia han anunciado ya que expulsarán a los diputados rebeldes, lo que supone un nuevo golpe para el Gobierno de Samarás, que ya ha perdido más de una decena de diputados desde el inicio de la legislatura el pasado junio.
El diputado Dimitris Papadimulis, de la izquierda radical de Syriza, el principal partido de la oposición, avisó tras la votación de que las nuevas medidas “herirán gravemente a la sociedad y a la economía” e hizo un llamamiento a que la población “lo impida” luchando contra un Gobierno que “ha sufrido importantes pérdidas”. Esa lucha ya se hizo patente con la segunda jornada de una huelga general de 48 horas contra las medidas de austeridad, que tuvo especial seguimiento en la industria, la administración pública y el transporte.
A pesar de la lluvia, entre 70.000 personas, según la Policía, y 200.000, según la oposición, abarrotaron la Plaza Syntagma, donde se ubica el Legislativo. La protesta, en principio pacífica, se torno en violenta cuando grupos de manifestantes se enfrentaron con petardos y alguna bomba incendiaria a la Policía, que respondió con gases lacrimógenos y cargas.
Los disturbios se extendieron por las avenidas y plazas cercanas, donde se vieron escenas de contenedores de basuras ardiendo y calles cerradas con barricadas. Pese a que los gases formaron una nube sobre la plaza, los manifestantes se mantuvieron frente al Parlamento gritando consignas contra el Gobierno hasta que la lluvia arreció y la protesta terminó por disolverse. Unas 70 personas fueron detenidas y al menos 8 agentes de Policía resultaron heridos en los disturbios.
