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JOSÉ MANUEL PENA/ Tan acostumbrados estamos que, en muchas ocasiones, todo se queda en una declaración institucional del alcalde de turno o una concentración de repulsa de familiares y amigos, mientras el asunto se dirime en la lenta burocracia administrativa de la Justicia. Mientras tanto siguen cayendo asesinadas decenas de mujeres inocentes a manos de sus parejas, después de vivir años de malos tratos físicos y psíquicos, sin que ni familiares, amigos y vecinos se percaten de ello y prefieran mirar para otro lado como si ya fuese algo normal y habitual.

¿Cómo alguien puede justificar la violencia de género? Pues sí…, hay quien culpabiliza a la víctima y disculpa al asesino por cuestiones de cuernos, por el reparto, nada equitativo, de los bienes en el momento del divorcio o simplemente por discrepancias por la custodia de los hijos que, en la mayoría de los casos, recae a favor de la madre. Pobres parejas y maridos, maltratadores confesos, que tienen que abandonar el hogar familiar o ver a sus hijos únicamente uno o dos fines de semana al mes. ¿Puede esto disculpar el asesinato de cualquier mujer? Para estos delincuentes la triste y cruda realidad es que actualmente la mujer tiene la misma libertad e igualdad de derechos que el hombre y esto para algunos machistas, mal nacidos y mal criados por sus madres protectoras, es algo incomprensible y a lo que hay que poner coto a través de lo único que saben hacer: la violencia contra el más débil.

La sociedad es la que tiene que rebelarse y poner freno a estas constantes violaciones de los Derechos Humanos. Ya no son suficientes las medidas legales y la unión de las propias mujeres, la sensibilización y el compromiso social es fundamental para denunciar estas situaciones antes de que se produzcan los hechos violentos.

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