A sardiña pingou no pan… y como manda la tradición, a las 00 horas todo a arder. La noche de San Juan inundó ambos lados de la ría con hogueras de todo tipo y tamaño, desde las hechas para ocio y disfrute de barrios enteros hasta las creadas para que los niños vivan esta noche a su manera.

Y fueron ellos los que más disfrutaron de las hogueras tempraneras, las que se encendieron antes de hora para que los más pequeños de la casa pudieran verlas crecer y apagarse, para que saltaran siete veces sobre ellas y para que ‘troulearan’ la noche más mágica del año antes de caer rendidos en cama.

Para los mayores, sardiñada e cunca de viño antes de la fiesta y después a pasar la noche con los amigos al calor de la hoguera. Los más supersticiosos pudieron quemar en ellas lo malo, lo que quieren que se lleve el año que queda por delante, algunos incluso los apuntes del último curso.

Los que tienen suerte y mañana no madrugan, pudieron acercarse hasta la de Bouzas, que además de fogata ofreció atracciones para los niños y orquesta para ir entrando en calor. Panxón, de nuevo un hervidero de gente para demostrar que aquí las tradiciones no se pierden.

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