Aznar se ha quedado solo. El ex presidente George W. Bush asegura en su libro de memorias ‘Decision Points’ que él era una de las voces contrarias, dentro de su gobierno, al uso de las armas en Irak. El ex presidente, que ganó su primer mandato de manera más que dudosa y con menos votos que su rival, el entonces vicepresidente Al Gore, asegura que fue uno de los que apostó por agotar la vía diplomática para impedir una guerra en la que, según los últimos datos han muerto casi 600.000 personas.
Al contrario que su buen amigo ’Ansar’, que nunca ha reconocido que no hubiesen armas de destrucción masiva en Irak y que siempre ha defendido la información que recibió de George, éste admite que se sintió “sorprendido e irritado por ello” y “tengo desde entonces una sensación de asco”.
Sin embargo, ’W’, letra con la que se le conoce en Washington para diferenciarlo de su padre, el también ex presidente George Bush, asegura en una entrevista concedida a Matt Lauer, de la NBC, la primera desde que dejó la Casa Blanca, que no tiene porqué pedir perdón al pueblo estadounidense por aquella invasión, “eso supondría reconocer que fue una decisión equivocada y no lo fue, el mundo está mejor sin Sadam en el poder”.
Eso sí, George, cuya gestión ha dejado sumido a su país en la mayor crisis financiera desde 1929, hace autocrítica y admite dos errores: la gestión de su administración en el desastre del huracán Katrina, que destruyó Nueva Orleans, y el discurso que dio en el portaaviones ‘USS Abrahan Lincoln’, al que llegó en un caza de la fuerza aérea y en el que pronunció la famosa frase “misión cumplida”: “no hay duda de que fue un error, estaba en un momento excitante y no escuché los consejos de quienes me recomendaron no hacerlo”.
Eso sí, nada de echarse atrás en la decisión de permitir las torturas en el centro de detención de Abu Ghirab, en Irak que sólo le causaron “mal estómago”; en la de autorizar el uso del ‘ahogamiento simulado ’ en los interrogatorios a presos iraquíes o
lamentar que su política económica neoliberal haya causado una tasa de desempleo en Estados Unidos que no tiene parangón desde antes de la II Guerra Mundial o haber generado el mayor déficit público de la historia de su país.
