Cultura

Our House in the middle of the street

Desasosegante. Así ha sido el final de House para quienes tenemos en la soledad un lugar malo para estar pero aún peor para quedarnos. Este diagnosticador en el que todos (da igual si somos licántropos  o los majos del mes), nos hemos visto reflejados,  ya sea envidiando hacer los que él hacía o sabiendo que lo hacemos calladamente,  fue despedido por  aquellos quienes jodió o quiso pidiéndole que se pensase el dejarse morir…y no deberíamos habernos ido a dormir, sin más, después de verlo de la pantalla.

Tendríamos que haber salido de copas o haber llamado quien nos aguanta todas las cabronadas, la única persona que se ha tomado la molestia de intentar conocernos. Nadie que esté solo, da igual si voluntaria o forzosamente,  y fuese seguidor de House, debería haber asistido solo al último capítulo: le habrá sentado mal, y no es porque en nuestro funeral no habrá tanta gente hablando bien de nosotros y menos porque no lo merezcamos, todos lo merecemos, sino porque, como ha hecho él, nos habría gustado que nos diesen por muertos para tener otra oportunidad de vivir una vida de verdad.

Un tío listo este hijoputa

 

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