Ha costado, pero se llevan la nada desdeñosa cantidad de 100 millones de dólares. La culpa es de su tatarabuelo, que no debía de querer demasiado a la familia porque dictaminó que para cobrar la fortuna que había amasado durante el siglo XIX vendiendo hierro y madera había que esperar 21 años desde la muerte del último de sus nietos. Y menos mal que la familia no era grande, porque sino hubieran tardado más de un siglo en conseguir el cheque.
En total serán doce personas las que se repartirán la fortuna de Wellington R. Burt, que murió en 1919. Hasta ahora, los herederos directos tuvieron que conformarse con el caprichoso reparto del dinero que dejó marcado Burt, que dejó por ejemplo a sus hijos una renta anual de entre 1.000 y 5.000 dólares, menos de lo que otorgó a su secretaria o su chófer. Burt confiaba en que las generaciones venideras fueran mejores y le decepcionaran menos, por eso apostó por dejarlo todo a sus tataranietos, que recibirán la pedrea de la lotería el próximo 21 de mayo.