En Zig Zag

Los colores en el logo de Carrefour (II)

Una ventana abierta al blog personal de José Yuste Frías, profesor de la Universidade de Vigo y miembro del Grupo T&P, Traducción y Paratraducción. Porque la traducción va más allá del lenguaje…

Pertenezco a la generación que durante mucho tiempo ha visto el logotipo de Carrefour con el ojo que no debía. Si durante años, millones de francófonos y no francófonos hemos podido ver ad nauseam por las ciudades del mundo el logotipo de Carrefour sin haber comprendido ni interpretado nunca ninguno de los detalles del análisis que propongo en esta serie de artículos de mi blog (V. primera entrega), es porque, hasta ahora, nunca nos habíamos planteado convertirnos en traductores e intérpretes de lo cotidiano, tal y como hacemos en EXIT, el segundo programa Web-TV del Grupo de Investigación T&P en el que editamos nuestras prácticas de campo en traducción. Durante mucho tiempo veíamos el logotipo de Carrefour todos los días (sobre todo los sábados en la compra semanal) pero nunca lo habíamos contemplado para leerlo, comprenderlo e interpretarlo porque nunca nos habíamos planteado que podía traducirse la imagen.

Tal y como dije en pantalla en el episodio n.º 4 de Zig-Zag, pensar en traducir la imagen es ser consciente de que «ver» no es lo mismo que «mirar», percibir no es lo mismo que conocer. Ver lo que uno tiene delante de los ojos no es lo mismo que saber leerlo, comprenderlo e interpretarlo. La percepción (ver) y la cognición (mirar) son completamente diferentes. La primera es una sensación interior que resulta de una impresión material hecha en nuestros sentidos (vista, oído, tacto, olfato) y, en cierta medida, es inherente y universal a todo ser humano. En cambio, la acción y el efecto de conocer, la cognición, tiene lugar inmediatamente después de la percepción y, al hacerlo con la mente, supone la existencia de todo tipo de variables intelectuales personales como pueden ser la inteligencia, la cultura, la educación, la experiencia, la memoria individual, etc.

Simbología de los colores y traducción
Un traductor sabe que no sólo tiene que ver los colores de las imágenes que traduce, sino que debe mirarlos con atención con el fin de poder leerlos, comprenderlos e interpretarlos para-traducirlos. Y es que, muy al contrario de lo que muchos piensan, no hay nada universal en el lenguaje de los colores, ni en su lectura ni en su compensión, ni mucho menos, en su interpretación: los colores por sí solos no significan nada, de hecho sólo adquieren sentido simbólico cuando se usan para comunicar. Ahora bien, la simbología de cada color es siempre múltiple y ambivalente: el rojo, por ejemplo, está tan estrechamente unido a la sangre, a la vida y a la tierra, como lo está a la muerte, al fuego y al amor. Como en todos los casos de elementos simbólicos en traducción, el color es un fenómeno esencialmente cultural que se vive, se define y se (para)traduce de forma diferente según las épocas, las sociedades, las civilizaciones. El único discurso posible sobre la (para)traducción del color es de naturaleza social y antropológica. El color es, ante todo, un hecho social. No existe ninguna verdad transcultural del color, como quisieran hacernos creer ciertos libros fundamentados en un saber neurobiológico mal digerido o –peor– en una psicología esoterizante de pacotilla. Tales libros entorpecen de manera nefasta la bibliografía sobre el tema. Cada cultura posee sus propios colores preferidos, sus propias referencias plásticas a la hora de componer sus propias fuentes de complicidad, de placer o de rechazo. A lo largo de la historia, cada civilización, cada sociedad, cada época ha creado su propia simbología de los colores y el traductor debe aprender a leer, comprender, interpretar y (para)traducir los valores simbólicos otorgados a cada color en cada contexto de comunicación simbólica.

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