Un pupitre en Liberia

‘No quiero formar parte de un mundo que se engaña a sí mismo’

ALEJANDRA BERNARDO/Monrovia

14:45h en Liberia. Ayer no pude escribiros y hoy estoy pasmada.

No había leído la prensa desde que volé desde España el viernes 15 de julio. Aunque la CNN que está siempre puesta en el bar del hotel mantiene mi oído alerta, hasta ahora me había servido más para poner atención en el inglés que en el contenido de las propias noticias. Ayer reparé en lo ocurrido en Oslo. Y hoy, con un poco más de tiempo, leyendo las sobre éste y otros incidentes me encontré con el caso de Adonis.

“Adonis no pudo esperar. Si se hubiera quedado en su país estaría con vida, pensando en una mejor manera de escapar de aquí”.

La cabeza no me da.

Cuando el mundo parece darte un respiro, a tí, a los demás, a la historia, a los sucesos,…los sucesos parecen querer superarse a sí mismos. Y se repiten. Y vuelven. Y se reinventan.

Por increíble que parezca, porque a nuestros ojos (oídos, sentidos) les cuesta entenderlo, en el mundo falta formación, educación de la que te proporciona habilidades no sólo supuestas “buenas maneras”. Y desde aquí os aseguro que se comprende esto mucho mejor.

Ayer me invitaron a una cena en la que se hablaba y se bromeaba con banalidad sobre la falta de conocimiento, de inteligencia, buena disposición del servicio,… en Liberia. Esto me recordó algunas reuniones de amigos en las que se hacían los mismos comentarios cuando viví en Johannesburgo. (Enseguida dejé de lado esas reuniones y me volqué en los locales. Aquí mi prioridad ya son éstos últimos pero no puedo dejar de lado a los que egoístamente y quizás equivocadamente también, sean los únicos que puedan ayudarme). Es una conversación típica o es que esto es así sea cual sea el lugar en el que te encuentres? Y lo que pasa por un lado es que nos juntamos sin mucho de lo que hablar, pretendiendo ser más, y por el otro que vaya a donde vaya siempre te quejas?

También surgían quejas sobre la cantidad de ONG que en Liberia proporcionan ayuda a las clases más bajas, a los más desfavorecidos apelando a la perpetuación de la estupidez que ello supone. Y mientras nosotros zampábamos elaboradas hamburguesitas y ron añejo Abuelo de Panamá gran reserva de 10 años que uno de los quejosos había traído de allí en su último viaje, las personas que trabajan (yo no me incluyo todavía porque mis circunstancias actuales se parecen todavía más a las de estos anteriores que a las que voy a vivir en pocos días y no sería justo) para esas ONG, al menos algunas quiero pensar, renuncian a sus vidas fáciles y a vestidos más caros, para poder ayudar a otros.

El mundo no es justo y nunca lo será. Y la culpa no es del mundo. La responsabilidad (y no digo culpa) es del ser humano. Nuestra. De cada uno. Porque el ser humano es injusto por rico y formado que sea. No sólo es triste, sino también lamentable escuchar las quejas de los que tenemos no sólo nuestras primeras necesidades cubiertas sino las segundas y las terceras y las cuartas. Y sí, está muy bien consolarse y limpiar conciencias diciendo que los pobres son felices en su pobreza porque no han visto ni necesitan nada más. Aunque no es menos cierto que lo son porque son dueños de su tiempo y de verdad poco más. Por lo demás les gustaría también tener buenos coches, mejores casas, vestidos, muchos dinero y contradictoriamente, al final, vidas complejas. Es triste que lo que quieran copiar del mundo occidental y supuestamente más avanzado sea la riqueza, justo lo que proporciona la infelicidad…..leer más

 

 

 

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