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Mujeres maduras buscan en Vigo sus memorias de África

Estación Marítima/Tresyuno Comunicación
A.ALBALADEJO/ Es una salida profesional más. Hasta un servicio público, si me apuran. Ambas partes son adultas, ambas quedan satisfechas, por lo que dicen, ambas buscan calor, compañía y placer y hay, cómo dudarlo, intercambio cultural. No es nada nuevo, desde hace años son numerosas las mujeres de mediana edad que buscan la fortaleza de estos jóvenes que trabajan vendiendo ropa, bolsos, relojes o gafas en varios puntos de la ciudad. Los contactos entre señoras procedentes de Vigo, O Morrazo, Baiona, A Guarda, Redondela e incluso Pontevedra con hombres senegaleses no vienen de ahora, aunque se han intensificado en los últimos meses. Ellas, en su mayoría solteras y viudas, necesitan sexo y ellos se lo proporcionan. “Nos invitan a una cafetería y de allí vamos a la habitación, o no”, cuenta con naturalidad uno de ellos. Quienes les buscan quieren mantener relaciones sin más complicacioneshay quienes tienen a alguien “fijo” y quedan ya para otro día. Eso sí: siempre hay un pago por los servicios prestados. “30 euros es lo normal, hay otros que cobran más”, a ello hay que sumarle el precio de un cuarto en un hostal.

“Conmigo sólo cama”, siempre en un hotel. “No hay besos, me desnudo, se desnuda y empezamos”. Pero hay variedad. Algunas los reciben en su casa, los hacen acompañantes fijos y hasta hay quien usa el piso de un familiar o una amiga para quedar. Casi todas tienen ingresos fijos: pensión o nómina. Las edades oscilan entre los cincuenta y tantos y los setenta y muchos, una señora de esta edad ha acogido a su partener, le ha puesto una habitación y le ha proporcionado un coche. “Lo que digan quienes me conocen me da igual, estoy acompañada y disfruto, aquí no hay hombres así”. En su caso la relación es más que física, “le he ayudado con el idioma, con algo de los papeles y desde aquí llama a su país todas las semanas”, aunque no hay ataduras, “entra y sale y no pregunto con quien anda o con quien deja de andar”.

Pero esta no es una relación habitual. Lo normal es hacer los contactos delante de la Estación Marítima, en A Pedra, Samil, el mercadillo de Bouzas, el Casco Vello, O Calvario o Teis. Generalmente, son los viernes, sábados y domingos; según hemos comprobado. Impera la discreción: un breve intercambio de palabras y luego una cita en alguna cafetería. De allí, normalmente, a un hostal, raramente a un hotel, por separado. Ella suele ser quien entra primero y coge la habitación a su nombre, “están poco tiempo, dos o tres horas, luego salen cada uno por su lado”, nos cuenta el recepcionista de uno de estos establecimientos. “Son habituales y hay días en que vienen varias parejas. Ellas suelen andar por los 60, ellos son unos chavales de no más de 25 o 30”.

“No es mucho dinero, pero lo necesito”, nos dice uno de ellos, más de 1,90 de estatura, en un castellano con pocos verbos, en una cafetería cerca del ambulatorio de la Doblada. Confirma que esto es algo conocido y que “muchos” hacen lo mismo. Sobre los gustos de las señoras, hace un gesto muy descriptivo indicando que el tamaño sí les importa y asegura que son muy desinhibidas, espontáneas y que “mandan”. Reconoce que ha aprendido mucho, que hay cosas que no conocía y que no había hecho antes, “son distintas que en mi país”, donde es el hombre quien lleva la iniciativa “la mujer no. “Allí más rápido”, mientras que aquí todo es lento y  ellas quieren más.

Sobre la dificultad para ‘animarse’ con mujeres mucho mayores afirma que no hay problema ya que “ayudan mucho”, abarcando con esta frase desde los tocamientos al sexo oral, prolegómenos en la ducha y excitaciones visuales. Todas repiten durante la misma sesión y hay variedad de posturas, “piden lo que quieren” y guían. También hay diversidad de curiosidades, desde quienes no disponen de preservativos que se ajusten a las dimensiones, hasta las que prefieren prescindir de él, lo más frecuente, porque no hay ni riesgo de embarazo ni, por lo que se ve, miedo a posibles enfermedades de transmisión sexual.

Pero no todo son mujeres de cierta edad. Hay alguno de estos hombres que están solicitados por otras mucho más jóvenes. El responsable de un centro de orientación nos pone en contacto con uno de ellos que mantiene relaciones con personas de 40 y tantos. Curiosamente, sus gustos y exigencias en la cama no son muy distintas de las de otras generaciones. Sí lo son otras cosas: quedan siempre en su casa o en un buen hotel, el contacto es telefónico, no es infrecuente que haya una relación más que sexual, que va desde la amistad hasta salir de copas o dormir juntos, y también varía el precio que nunca baja de los 80 o 90 euros o la compra de regalos como ropa, relojes o teléfonos móviles.

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