JOSÉ MANUEL PENA/ El movimiento obrero surgió para eliminar las injustas desigualdades que generaba una economía capitalista e industrializada en el siglo XIX y, en todo este tiempo, las huelgas han servido como instrumento del movimiento obrero para presionar al poder y sentarle a negociar unas mejores condiciones laborales. ¿Cumpliría sus objetivos la huelga general del 29 de septiembre?

La guerra de cifras sobre el éxito de la convocatoria ya era una cuestión evidente, pues no coinciden ni las organizaciones empresariales, sindicales ni el gobierno. Cada uno arrima el ascua a su sardina y maneja los datos que mejor les conviene, como si se tratase de una campaña electoral. Los sindicatos quizás no estuvieron a la altura de las circunstancias al no mantener una sintonía con la mayoría de los trabajadores de este país, pues en muchas poblaciones pararon y se veían en las manifestaciones los  afiliados, liberados y miembros de los comités de empresa y delegados de personal de las empresas. ¿Dónde estaba el resto de los trabajadores asalariados? ¿Quizás alguno pensaría que no deseaba acudir a la huelga porque no quería perder ese día el sueldo, pero al mismo tiempo estaría indignado y dispuesto a plasmar su malestar de otra manera?

Una gran cantidad de los pequeños comercios y negocios de todo tipo se limitaron a cerrar sus puertas mientras pasaban los “piquetes informativos” para luego abrir al público con total normalidad. Lo cierto es que la Constitución en su artículo 35 garantiza que todos tenemos el “derecho al trabajo”,  por otra parte el artículo 37 protege el “derecho de los trabajadores y empresarios a adoptar medidas de conflicto colectivo”, con lo cual la libertad individual estaba más que garantizada el 29-S. Personalmente creo que en esta ocasión los sindicatos quizás pudieron equivocarse pero hay que reconocer que éstos son fundamentales en cualquier economía y sociedad.

También te puede interesar