Es como si el presidente chino llamase a Su Santidad el Dalai Lama para tomar el té: el primer indio, Manmohan Singh, aceptó la invitación de su homólogo paquistaní, Yusuf Raza Gilani, para visitar Pakistán. Los dos acérrimos enemigos estuvieron charlando informalmente durante la cumbre de la Asociación Surasiática para la Cooperación Regional (SAARC) y fue durante dicha conversación cuando Gilani le hizo la oferta “es un hombre bienintencionado que tiene su corazón en el lugar correcto y que quiere avanzar“, aseguró el líder pakistaní.
Ambas potencias mantienen una rivalidad que ha tenido a Asia con el corazón en un puño durante décadas. La misma es aún más peligrosa teniendo en cuenta no sólo la heterogeneidad de ambas sociedades, con diferentes religiones, su población, ambas superan ya los 1.000 millones de habitantes y, sobre todo, el hecho de que las dos dispongan de armamento nuclear. Por ello el hecho de que, como ha destacado el ministro de Asuntos Exteriores de Pakistán, que ambos mandatarios “charlasen como amigos“ y coincidiesen en la necesidad de “normalizar las relaciones”, ha hecho respirar a los cancilleres de medio mundo.
